DIMECRES 20 DE JUNY DE 2012
LA IZQUIERDA Y EL ISLAM POLÍTICO, La religión el en debate público
La socialdemocracia debe ser una alternativa a los movimientos islamistas, no su aliada
Saïd El Kadaoui
Quien escribe estas líneas tiene ideas políticas. Cree que la socialdemocracia –es decir, visión progresista de la sociedad, participación ciudadana en la cosa pública e inclusión de las minorías sociales– es la opción política que mejor puede garantizar la justicia social. Y observa con
preocupación la confusión, por no decir miedo, con que la socialdemocracia y la izquierda en general se relacionan con el islam político.
Una primera idea básica debería ser, a mi juicio, el punto de partida: el islam político es, en el mejor de los casos, un adversario político para la socialdemocracia. Y cuando cruza las líneas rojas con propuestas que cuestionan la organización democrática de la sociedad deja de ser un adversario y se convierte directamente en un enemigo a combatir.
Boualem Sansal,el escritor argelino, sostiene que el islamismo es una forma de fascismo. Partiendo de esta premisa es más fácil blindarse ante él como se hace con los partidos xenófobos (o quizá sería más exacto decir «como se hacía antaño») porque, no lo olvidemos, los radicales –salafistas et alter – son tan intransigentes o más que los xenófobos (odian a la mujer, a los homosexuales, a los no musulmanes y mucho más a los musulmanes laicos y a los ateos, y toleran como impuros a todos aquellos musulmanes que practican su religión de forma más relajada).
En un reciente artículo, Félix de Azúa ( Decadencia del intelectual demócrata, El País, 29 de mayo) reseñaba elogiosamente el último libro de Paul Berman, un ensayo que, según Azúa, denuncia las trampas del progresismo que celebra, en virtud de la equidistancia, postulados islamistas como los de Tariq Ramadan , un ortodoxo que aprecia la modernización y la considera compatible con la religión coránica.
Estaría de acuerdo con Berman (siempre a través de Azúa , puesto que no he tenido oportunidad todavía de leer su libro) en que Ramadan tiene una estudiada ambigüedad sobre temas como la lapidación por adulterio o la ablación, por ejemplo. A mi parecer, Ramadan es un encantador de serpientes peligroso. No creo que sus ideas tengan que ser defendidas, protegidas y mucho menos asumidas por la socialdemocracia.
Mario Vargas Llosa es otro de los intelectuales que han criticado en más de una ocasión el silencio o el poco empeño que a su juicio ha puesto la izquierda en defender la democracia ante las embestidas del islam más retrógrado.
Cito a estos autores y no a muchos otros que han escrito sobre el tema porque a estos dos los admiro y porque pienso que la izquierda no puede despachar a la ligera sus opiniones, pero lo hago también porque son dos intelectuales con algunos de cuyos planteamientos políticos discrepo profundamente. En el tema que nos ocupa hoy, me llama la atención, entre otras muchas cosas, que ambos elogien tan desmesuradamente a Ayaan Hirsi Ali, que, aun siendo una mujer extremadamente valiente, independiente y admirable, tiene ideas sumamente estereotipadas del islam, al que presenta todo él como una ideología tribal. Más interesantes me parecen las opiniones mucho más contrastadas y rigurosas de dos intelectuales como Fatima Mernissi y Nawal El Sadawi (cito a estas dos autoras porque tienen obra traducida al catalán y al castellano), cuyos textos no dejan duda de su adscripción en la izquierda política pero que no necesitan cargarse el islam como religión.
Me encuentro entre los que en su momento creyeron que la elección como parlamentario de un socialista catalanomarroquí, Mohamed Chaib, contribuiría a clarificar y fortalecer el discurso de la izquierda con respecto al islam. Me equivoqué. Su paso por el Parlament y por el PSC ha sido, en este sentido, decepcionante. Algún día habrá que hacer un balance más frío y riguroso, pero lo cierto es que dio cancha al conservadurismo más recalcitrante de muchos de los marroquís y árabes que viven en Catalunya, no diferenció entre el islam como religión de muchos catalanes del islam político, y siempre se relacionó más cómodamente con la oficialidad de sus países de origen que con su sociedad civil.
La socialdemocracia tiene que ser una alternativa al islam político. No su aliada. Y debe establecer lazos con los partidos de izquierda (haberlos, haylos) que llevan decenios luchando en todos los países amazigs –árabes, árabes y/o musulmanes– para tener una sociedad donde el laicismo sea la norma y donde no se regatee ningún derecho a la mujer, a los homosexuales y a todos los credos religiosos.
Es conveniente recordar también que muchos de los que critican hoy la relación de la izquierda europea con el islam pretenden negar el pan y la sal al islam como religión de muchos europeos. Creo que incluso a nivel estratégico es mejor olvidarnos de nuestras propias filias y fobias (la religión, para mí, es algo totalmente prescindible) y no dar cancha a los radicales que, en un contexto de rechazo generalizado al islam, pueden aparecer como los únicos que no se pliegan ante dicho rechazo.
Psicólogo y escritor.
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